El edadismo se produce cuando la edad se utiliza para clasificar y dividir a las personas, lo que puede causar daño, desventaja o injusticia, y socava la solidaridad entre generaciones. Este fenómeno se manifiesta de diversas formas, desde la discriminación laboral hasta la falta de representación de los mayores en los medios de comunicación. En una sociedad posmoderna y hedonista que gira la mirada ante todo aquello que se aleje de la belleza, la juventud y el éxito, envejecer puede considerarse como una derrota cuya imagen resulta molesta de ver, y por tanto conviene retirar y aislar.
El edadismo tiene un impacto negativo en la salud y el bienestar de las personas mayores y es un obstáculo para formular políticas y medidas efectivas para un envejecimiento saludable. Por tanto, la OMS ha lanzado una campaña mundial para combatir el edadismo, que se define como el conjunto de estereotipos, prejuicios y discriminación por edad que afectan negativamente a la salud de las personas mayores, y que agrupa una serie de creencias, valores y normas que justifican la discriminación hacia este colectivo.
Este fenómeno está tan internalizado en la sociedad que muchas veces pasa desapercibido, como la condescendencia hacia los mayores y la infantilización de estos, la falta de acceso a la educación, la justicia y la participación pública, y la discriminación en el ámbito laboral y de la salud. Los mayores que se sienten una carga para los demás pueden acabar pensando que su vida tiene menos valor y sufrir depresión y aislamiento social. Si la persona que tiene más años, tiene una percepción negativa sobre su proceso de envejecer, como reflejo de lo que la sociedad le muestra, encuentra más dificultades para enfrentarse a los nuevos cambios, con un descenso de 7,5 años de esperanza de vida sobre las personas mayores que tienen una actitud positiva hacia su envejecimiento, percepción que se pretende revertir con esta campaña.
Los ejemplos del edadismo en el día a día son numerosos, muchos de ellos pasan totalmente desapercibidos, incluso los hemos asumido como algo normal. Por ejemplo, la falta de representación de personas mayores en la televisión y el cine; la presencia de barreras arquitectónicas; la discriminación laboral. Quizás esta es una de las muestras más claras de discriminación, hay muchas personas mayores que quieren trabajar y tienen capacidad, pero pasar cierta edad implica un no rotundo para el mercado laboral. Esta discriminación la sufre incluso gente de que todavía no ha llegado a los 60 años. La condescendencia es otro ejemplo de edadismo. La vejez se equipara a ignorancia y a una falta de capacidad para pensar e incluso para tomar su propias decisiones. En ocasiones, la edad en sí misma es usada como excusa para coartar su libertad.
Este trato discriminatorio está tan asumido y es casi invisible, hasta el punto que ni siquiera los mayores son conscientes de que sus derechos están siendo vulnerados ni saben cómo deben actuar para exigir la restitución de los mismos. Todavía existe mucho paternalismo e infantilización.
Hay factores que aumentan el riesgo de incurrir en edadismo, como ser joven, hombre, ansioso ante la muerte y haber recibido una educación deficiente. Por otro lado, los factores que reducen el riesgo son tener rasgos de personalidad específicos y un mayor contacto intergeneracional. El riesgo de ser objeto de edadismo es mayor para aquellos que tienen más edad, necesitan cuidados de otros, tienen una menor esperanza de vida sana y trabajan en ciertos sectores ocupacionales, como la alta tecnología o la hostelería. Y un factor de riesgo para ser objeto de edadismo contra las personas más jóvenes es ser mujer.
La OMS propone tres recomendaciones de actuación para reducir el edadismo. Su aplicación requiere un compromiso político, la participación de diferentes sectores y agentes, y adaptaciones específicas para cada contexto.
- Invertir en estrategias basadas en pruebas científicas para prevenir y combatir el edadismo: Es necesario dar prioridad a las tres estrategias respaldadas por las mejores pruebas científicas: formulación de políticas y promulgación de leyes, y ejecución de intervenciones educativas y de contacto intergeneracional.
- Mejorar los datos y las investigaciones para comprender mejor el edadismo y la manera de reducirlo: Es necesario recopilar datos en todos los países, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos, utilizando escalas de medición del edadismo válidas y fiables. Ahora bien, debería darse la máxima prioridad a la elaboración de estrategias para reducir el edadismo. Las pruebas científicas sobre la eficacia de las estrategias van en aumento, pero aún no están a la altura de lo que se necesita. Es necesario seguir elaborando y evaluando estrategias prometedoras, como las campañas para reducir el edadismo.
- Crear un movimiento para cambiar el discurso sobre la edad y el envejecimiento: Todos podemos contribuir a afrontar y eliminar el edadismo. Los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil, los organismos de las Naciones Unidas, las organizaciones de desarrollo, las instituciones académicas y de investigación, las empresas y las personas de todas las edades pueden unirse al movimiento para reducir el edadismo. Al unirnos en una amplia coalición podemos mejorar la colaboración y la comunicación entre las diferentes partes interesadas en la lucha contra el edadismo.