«Los animales son felices mientras tengan salud y suficiente comida. Los seres humanos, piensa uno, deberían serlo, pero en el mundo moderno no lo son, al menos en la gran mayoría de los casos.»
Bertrand Russell
“En nuestro mundo actual, uno siente la obligación de sentirse bien y evitar el sufrimiento porque éste ha sido catalogado como algo anormal, negativo e inapropiado para vivir una vida plena, en especial en esta sociedad postmoderna que rechaza de plano una visión del mundo como ese valle de lágrimas que el pesimismo realista de antaño delimitaba. Además, el hecho de haber centrado todos estos conceptos en las sensaciones en lugar de en las acciones, obliga a plantear, en la ontogenia de la persona, la procedencia de los sentimientos de bienestar o de malestar como eventos privados centrados en lo íntimo. Obliga también a buscar la procedencia social del hecho de que ciertas sensaciones sean valoradas como positivas o negativas y como normales o anormales y, más importante aún, obliga a plantear la búsqueda de por qué se relacionan con actuar de un modo u otro en pro de diferentes objetivos.
Una vida indolora pasa por ser el objetivo prioritario de los seres humanos, de forma que, si preguntamos por lo que se «espera de la vida», una parte común de la respuesta es muy probable que incluya el deseo de sentirse bien y ser feliz evitando cualquier tipo de sufrimiento e incomodidad. Más específicamente se busca sentirse querido, pero sin sentirse mal en el proceso; tener las ideas claras sin tener dudas; estar motivado o querer hacer las cosas; pensar en positivo de sí mismo y de la vida, etc.
De este modo, al surgir el dolor, las dudas, los pensamientos negativos, la inseguridad en sí mismo, la sensación de no ser querido o de no tener éxito, se sufre, y todo eso se convierte en objetivo prioritario de evitación que, según lo que uno valore, puede llegar a ser destructivo.”
(…) “Vivimos, por tanto, en un mundo que esparce todo tipo de ideas a modo de «supermercado» de razonamientos y recetas para casi todo («cómo ser feliz», «cómo evitar el sufrimiento», «cómo tener salud mental», «cómo mejorar tu personalidad» …), que terminan siendo mezcladas por cada uno en su cóctel personal propio. Ideas entre las que no sufrir es un valor al alza para la cuenta de la vida, de modo que su búsqueda termina moviendo millones. Ser feliz versus sufrir se asocia con frecuencia a disfrutar todo lo posible, mejor pronto que tarde, y a evitar cualquier tensión, sufrimiento y esfuerzo: una vida sin complicaciones es una vida feliz. De forma que cuando uno sienta malestar o sufrimiento vive la experiencia como algo negativo en sí mismo y puede llegar a actuar como si esto representase realmente una insalvable barrera para poder hacer lo que uno quiere y tiene que hacer.”
Kelly G. Wilson “Terapia de aceptación y compromiso (ACT)”
“En términos simples, el objetivo de la ACT es maximizar el potencial humano para alcanzar una vida rica y significativa, mientras se maneja el dolor que inevitablemente conlleva.
Tal vez te preguntes: ¿la vida implica dolor inevitablemente? En la ACT, asumimos que sí. No importa cuán maravillosa sea, todos experimentaremos mucha frustración, desilusión, rechazo, pérdida y fracaso. Y si vivimos lo suficiente, tendremos enfermedades, sufriremos lesiones y envejeceremos. Eventualmente, tendremos que enfrentarnos a nuestra propia muerte y, antes de que llegue ese día, presenciaremos la muerte de muchos seres queridos. Y como si todo eso no fuera suficiente, el hecho es que muchas emociones humanas básicas, sentimientos normales que todos y cada uno de nosotros experimentaremos a lo largo de nuestras vidas, son inherentemente dolorosas: miedo, tristeza, culpa, ira, conmoción, asco… Pero la cosa no se detiene ahí. Porque, además de todo eso, cada uno de nosotros tiene una mente que puede evocar dolor en cualquier momento.
Donde quiera que vayamos, hagamos lo que hagamos, podemos experimentar dolor al instante. En cualquier instante, podemos revivir un recuerdo doloroso o perdernos en una predicción temerosa del futuro. O bien quedar atrapados en comparaciones desfavorables («su trabajo es mejor que el mío») o en juicios negativos («estoy demasiado gordo», «no soy lo suficientemente inteligente», etc.).
Gracias a nuestras mentes, incluso podemos experimentar dolor en los días más felices de nuestras vidas. Por ejemplo, supongamos que es el día de la boda de Susan, y todos sus amigos y familiares se reúnen para honrar su nueva y alegre unión. Ella es realmente feliz. Y entonces es asaltada por la idea de que desearía que su padre estuviera allí, y recuerda cómo se suicidó cuando ella sólo tenía dieciséis años. Ahora, en uno de los días más felices de su vida, siente dolor.
Y todos estamos en el mismo barco que Susan. No importa cuán buena sea nuestra calidad de vida, cuán privilegiada sea nuestra situación, todo lo que necesitamos hacer es recordar un momento en que sucedió algo malo, o imaginar un futuro en el que suceda algo malo, o juzgarnos con dureza, o comparar nuestra vida con la de otra persona… Eso otro parece mejor y, al instante, nos duele.
Por lo tanto, gracias a la sofisticación de la mente humana, incluso las vidas más privilegiadas padecen mucho dolor. Y desafortunadamente, la mayoría de nosotros no manejamos el dolor de manera muy efectiva. Con demasiada frecuencia, cuando experimentamos pensamientos, sentimientos y sensaciones dolorosas, respondemos de maneras que son autodestructivas inmediatamente o a largo plazo.
En resumen, los grandes desafíos a los que todos debemos enfrentarnos en la vida son:
A. La vida es difícil.
B. Una vida humana plena viene con toda la gama de emociones, tanto placenteras como dolorosas.
C. Una mente humana normal amplifica naturalmente el sufrimiento psicológico.”
Russ Harris “Hazlo Simple”